JMLA escribió:Estoy de acuerdo con esto, pero esa "propia evolución" del trabajo artesanal, si sucede, es raro que no sea a través de inseguridades, dudas etc. Los momentos de "flujo" (los fructíferos) son los que permiten esos avances pero son una parte mínima del tiempo. Y si ese trabajo no sucede a través de dudas, o bien se es un genio o es que no hay tal evolución, y ese trabajo se queda en ser un mero oficio artesanal -perfectamente digno.
Es que esa idea de la artesanía como un escalón inferior del arte (
perfectamente digno, sí, pero inferior) y limitado a un trabajo correcto pero sin evolución y repetitivo, en oposición a la intencionalidad genial del artista es precisamente lo que la Bauhaus vino a poner en cuestión, como recogía el manifiesto de Gropius:
"Arquitectos, pintores, escultores: ¡debemos volver a la artesanía! Pues no existe el tal “arte profesional”. No existe una diferencia esencial entre el artista y el artesano."
La clave es que nos hemos acostumbrado a elevar al artista presuponiéndole una intencionalidad de ser tal, así como a rebajar la artesanía como una simple habilidad sin valor artístico. Esto puede ser lo institucionalizado hoy y nos resulta difícil pensarlo de otra forma, pero no es lo que la historia nos dice, que los que reconocemos como artistas no dejaban de ser gente con un oficio, con talleres, aprendices, encargos, problemas que resolver, clientes a los que agradar... y que las obras no tenían como fin la contemplación al modo museístico actual sino que se hacían "para algo" (decorar, dar prestigio a un personaje, etc). Y este es un punto fundamental del cambio de perspectiva que nos ha llevado a donde estamos, el momento en el que lo que se vende ya no es tanto el trabajo (como hacían un Vermeer, un Shakespeare, un Murillo, un maestro de obras medieval o un carpintero de artesonados mudéjares) para vender al propio artista que pasa a ser la mercancía a colocar (y colocarse) en el mercado. Una vez bien establecidos, el "con qué" es ya lo de menos, pero hasta entonces vivirá en la tensión de cómo obtener ese reconocimiento. Ese sí que puede ser un sufrimiento, qué duda cabe, pero no va ligado tanto al hecho artístico, aunque nos cuenten que sí, sino a los codazos y empujones que debe dar para situarse. (Dejemos aparte el sufrimiento como práctica artística, desde el accionismo vienés a Stelarc copiando a "Un hombre llamado caballo"
).
Y esta cuestión de la intencionalidad afecta también a la fotografía. Por ejemplo, en tu siguiente mensaje dices de Cartier-Bresson:
JMLA escribió:Un inventor crea una cajita que registra la luz, pero con eso va Cartier-Bresson y crea el instante decisivo.
Se entiende que lo de "crea" es solo una forma de expresarlo, pero viene al pelo para ilustrar cómo una idea (en este caso lo del "creador del instante decisivo") se ha convertido en parte de nuestro imaginario -y de nuestros cánones estilísticos, y hasta de nuestras expectativas al empuñar una cámara- sin verdadera justificación, porque no tenemos razones para pensar que HCB se autoimpusiera innovar ni crear nada. De hecho, en una de sus entrevistas dice:
"De entrada no me convertí en un gran apasionado de la fotografía. [...] Ese interés aparece ligado a mi desarrollo general. Yo no tuve nada de niño prodigio. Mi evolución fue muy lenta. Sin embargo, siempre me gustó la pintura. La pintura me enseñó a ver.[...] No puede decirse que en un determinado momento tomase conciencia de que la fotografía era un arte ni sintiera nada semejante."
A esto es a lo que me refería con evolución, a que no se trata de una autoimposición de "hacer arte" sino un proceso mucho más natural en el que el propio desarrollo personal, esa suma de presencias que tan lúcidamente apuntaba
Corto, va dirigiendo nuestra acción, que ya veremos si llegamos y a dónde. Es decir, que el sufrimiento, el dolor de parir una obra de arte, tan querido a la mística y a la imagen pública (y a la cotización) del artista actual, brilla por su ausencia. Es todo mucho más simple, casi prosaico, pero no tiene por qué implicar que lo que salga de ello tenga menos valor. Que puede haber artistas neuróticos y atormentados, por supuesto, pero no por ser artistas, que también lo serían si fueran fontaneros (más o menos lo que decía Mastroianni sobre los Actores del Método respecto a la Commedia dell'Arte
).
JMLA escribió:El caso de los Becher es bastante singular. Yo no diría que su reconocimiento fuera tan tardío, pues recuerdo haber sabido de ellos cuando yo estaba en la facultad, o sea, hace más de 30 años.
Bueno, yo los conocí una decena de años antes porque en esa época a la par de la fotografía me interesaba la arqueología industrial, pero no me refería a reconocimiento
tardío sino
posterior, en el sentido de que
hacer arte no entraba en los planes iniciales, "por esto al principio solo fue valorado por ingenieros y arquitectos" (
https://vaiu.es/la-belleza-de-los-edifi ... la-becher/). Me parece que hay algún paralelismo con el caso de Atget, es decir, la intención de documentar que solo posteriormente deviene en objeto de consideración artística.