Hace unos días tuve oportunidad de visitar la exposición de Joel Meyerowitz sobre su viaje a Europa en 1966-67, aprovechando así la ocasión de conocer [parte de] la obra de un fotógrafo que nunca ha estado entre mis preferidos.
Son unas doscientas fotos de un total de 25.000 que, según dicen, hizo en ese viaje de un año, de las cuales 8.500 en Málaga. Mi primera impresión es que, como otros fotógrafos de esa época, se benefició, por así decir, de un momento en el que casi todo podía hacerse -o sea, fotografiarse- porque no había tantos más que lo hicieran. De ahí la frescura en general de esas imágenes, distantes años luz del enésimo paseante ante un escaparate tan frecuente en el callejeo de hoy. Pero quizás también de ahí lo chocante de que, en ese "casi todo", junto a fotos magníficas aparezcan otras un tanto prescindibles, esas que de no ser "de Meyerowitz" nadie miraría dos veces ni mucho menos se colgarían en un museo, al menos en lo que se refiere a las que hizo en Málaga, por más que sean el gancho de la exposición.
Por lo demás, me han resultado curiosos los pares de fotos en color y blanco y negro, que no conocía. A modo de muestra:
Probablemente todos alguna vez nos hemos enfrentado a la duda de si una foto se vería mejor en color o en blanco y negro, y más aún hoy cuando la elección se reduce a pulsar una tecla -acción reversible además-, no como en la foto analógica en la que había que elegir de antemano qué llevar, qué cargar en la[s] cámara[s] y, si era el caso, con cuál de ellas disparar. En el caso de Meyerowitz las imágenes no son idénticas pero sí lo bastante similares para entender que se han hecho inmediatamente una tras otra. Buscando información he encontrado su explicación al respecto (texto completo en el apartado EL EXPERIMENTO DEFINITIVO ENTRE EL B/N Y EL COLOR):
"La fotografía en color era tan importante para mí que intentaba entender por qué hacía fotos en color. Así que, durante unos años, llevé dos Leicas conmigo; una con un carrete Kodachrome y otra con película Tri-X. Ambas con objetivos de 35 mm.
Cada vez que tenía la oportunidad de hacer un par de fotos, las hacía. Las fotos no eran exactamente iguales, había alguna pequeña diferencia, pero me daban la oportunidad de compararlas y de preguntarme a mí mismo qué era lo más importante para mí, qué película me contaba todo lo que yo quería saber del mundo. Y esa era la de color.
Años después de hacer este experimento, dejé de hacer fotos en blanco y negro. Mi época de blanco y negro duró unos 10 años, más o menos.
Hice un total de 130 pares de estas fotos en los dos formatos y que, viéndolas juntas, parecía un libro."
Desde luego que no es ni será el único en optar exclusivamente por el color (Eggleston: ¿Que por qué hago fotos en color? Porque así es como veo el mundo), y como es obvio, en este asunto cada cual tendrá sus preferencias, pero imposible no contraponerlo a lo que el cámara ficticio Joe Corby -interpretado por Samuel Fuller- afirma en El estado de las cosas, de Wim Wenders (1982):
Bueno, la vida es en color, pero el blanco y negro es más realista.
En cualquier caso, parece que la idea de los pares le pareció a Meyerowitz digna de mayor aprovechamiento y así empezó a buscar paralelismos entre sus imágenes (unexpected parallels in his imagery), aunque la realidad es que él mismo reconoce que ya no hace tantas fotos:
“Ya no estoy tan hambriento como antes. Si llegas a una edad como la mía y has hecho medio millón de fotografías, necesitas pasar tiempo con tu archivo. Quiero darme ese placer. Acabo de escanear casi 240.000 fotografías de mi juventud que aún no he visto.”
La de paralelismos que podrá encontrar entre ese medio millón de fotos... y la de libros que podrá vender.