Hace poco en las fiestas de mi pueblo, Errenteria, estuve disfrutando de los bailes de nuestros dos gigantes y sus respectivos cabezudos y la verdad es que ya tiene mérito el girar y bailar en plazas abarrotadas y aguantar sin que la espalda diga basta. Pude ver de primera mano la emoción que sientes los portadores al tener el privilegio y la capacidad de ser los que bailen al gigante. Antes no le prestaba tanta atención, pero desde que tengo hijos se ha convertido en acto principal de fiestas.
Por cierto, después de toda la chapa, preciosa foto. Muy buen momento el que has captado