Ignoro cómo McCutcheon se agenció aquel camión. Era un «Cresswell», por si les interesa..., una marca que ya no existe. Tenía una enorme cabina pintada de rojo vivo, guardabarros, y el arranque eléctrico, pero por si acaso fallaba, podía dársele a la manivela..., aunque dicha manivela se despistaba, a veces, y podía romperte el hombro, si el que la manejaba no tenía cuidado. Tenía unos seis metros de largo, con los laterales de estacas, pero lo que recuerdo mejor dé aquel camión era el morro. Lo mismo que la cabina, era rojo como la sangre. Para llegar al motor había que levantar dos alas de acero, una de cada lado. El radiador estaba a la altura del pecho de un hombre alto. Era una máquina fea, monstruosa.
(Stephen KIng: El camión de tío Otto.)