Pues curiosamente lo que me llamó la atención de estas tomas (que todo sea dicho, tampoco son gran cosa) y de otras parecidas que guardo de la ducha veraniega de la peque (es mi cría, no vayáis a pensar mal) fue esa saturación tan extraña de los tonos verdes del fondo. Quizá fue un efecto de la luz del atarceder del cantábrico, no lo sé. Y en lo que no había reparado es en el tono de las manos, pero eso si imagino que lo originó: demasiadas horas sin salir del agua del mar, ya conocemos a los críos