Diciembre de 2007.
Calle de unn pueblo en Gran Canaria sobre las siete de la mañana. No había un alma salvo un amigo aficionado a la fotografía y yo.
Hacía mucho frío y paseábamos buscando alguna foto cuando de repente se nos acercó este perro abandonado por algún cazador. Nos escuchó y pensó que le daríamos algo de comer, o eso creo, pero no llevábamos nada encima salvo nuestro abrigo y las herramientas de nuestra pasión.
Se alejó y paseándose por la calle se estiró como si fuera un gato.
Su vida útil caducó, sin elección. Frío, hambre, soledad, crueldad... No pocos elogios me he llevado por esta foto, pero la realidad no la sienten sino los que la viven.
Las cosas aún pueden ir a peor, y tal vez sin elección.