El día a día posiblemente cambie por esta pandemia en muchas facetas de nuestras vidas. Lo cotidiano en el hospital en el que trabajo ya ha cambiado y en parte creo que para siempre. Llevo conmigo una cámara durante la jornada laboral para intentar registrar un momento único (espero) e histórico. De momento quiero compartir algunas imágenes de aspectos menores pero que me han llamado la atención, sin demasiado mérito artístico, pero espero que sí documental. Estoy recopilando otras fotos más relacionadas con el trabajo diario en las condiciones actuales de pandemia, con sus luces y sus sombras, que supongo que también compartiré cuando todo esto pase.
Las salas de espera de las consultas externas están normalmente abarrotadas de pacientes esperando ser atendidos. Estos días estamos suspendiendo casi toda la actividad no urgente, y en vez de presenciales hacemos las consultas vía telefónica siempre que sea posible.
La puerta principal del hospital, así como la entrada de urgencias presentan normalmente un tráfico de gente muy elevado. Estos días de confinamiento únicamente vienen al hospital aquellos con serios motivos para acudir. Esto ha permitido que los pacientes urgentes sean atendidos rápida y eficazmente.
Lo mismo ocurre con la sala de hospitalización, estos días se encuentra desierta ante la prohibición de que haya acompañantes. Aunque previo a la pandemia se suponía que sólo debe haber un familiar por enfermo, y las visitas tiene un horario específico, las normas no están escritas para los españoles. Tropecientos familiares en cada habitación y en el horario que mejor les convenga. Cuando trabajé en un hospital de Holanda una de las cosas que primero me llamó la atención fue que los familiares sólo visitaban en horario establecido para ello y para ser informados. Ni siguiera pasaban la noche con el enfermo. Si esto último ocurre aquí lo vemos como muestra de abandono.