por Mazao » Dom Abr 22, 2012 6:57 pm
Mi padre aún guarda en un cajón una Yashica Electro 35 que vino de Andorra y que ha sido durante décadas la cámara oficial de la familia. Es una cámara preciosa de la cual en mi casa se habla aún con veneración "mírala, tan antigua y nunca ha hecho una mala foto" (a menos que el fotero o el modelo se moviesen demasiado, o fuera de noche, claro está). Yo entonces no sabía que eso era una telemétrica de objetivo fijo, ni que de forma natural disparaba en modo de prioridad a la apertura. Sólo que era muy fácil de manejar y que hacía buenas fotos. Mi padre también decía siempre "es una lástima no haber comprado el modelo caro, el que se le cambian los objetivos". Pero así era la vida entonces: simplemente uno se compraba una cámara o un coche y así hasta que lo llevaba al desguace. Si mi padre se hubiera comprado el modelo caro, seguro que el primer infectado por el gusanillo habría sido él, pero se conformó con hacer fotos decentes.
Como en mi infancia fui (soy) bastante rata de biblioteca, me documenté sobre conceptos como aperturas de diafragma, profundidades de campo, velocidades de obturación, etc., en una enciclopedia de mi tío, mucho más viajado que mi padre y quien por cierto tenía varias réflex Canon que yo apenas podía manosear fugazmente. A mí me resultaba curioso que con unas cámaras tan buenas y tan caras, las fotos de mi tío no me gustaran tanto como las de la Yashica de mi padre. Un día, en el cole hicieron un cursillo extraescolar de fotografía, nos enseñaron los conceptos básicos (que yo ya sabía o intuía), y el revelado, que entre aquellos olores a demonios y la luz roja, y las fotos que iban saliendo como en un parto, a mí se me antojó magia. Mi padre me dejaba siempre la cámara, incluso mi tío me dejaba las suyas, y se convirtió en costumbre que "el niño" hiciera las fotos.
Luego todo pasó muy deprisa, la bici de mi niñez se fue quedando sin frenos como cantaba Sabina. Primero llegó el (odioso) dios Vídeo y la Yashica quedó semiolvidada en su cajón, no había excursión familiar ni boda ni bautizo sin la dichosa cámara de vídeo, que aparte de un trasto, a cualquier adolescente con granos y gafas como yo le parecía un insulto absoluto a su intimidad. Después los estudios, los amigos, salir, la juventud... todo iba muy rápido y para viajes y fiestas universitarias con una compacta de carrete de aquellas con AutoFocus mágico (una Olympus Trip primero, y una Konica después), había más que suficiente. Todas las nociones que había aprendido de pequeño me parecían secundarias. El gusanillo de la fotografía dormía en mí, pero aún no era tiempo de que despertase de nuevo. Durante años acaricié la idea de comprarme una réflex, pero aparte de mis nulas posibilidades económicas era una época de cambios, llegaban las digitales, así que al acabar la carrera me autorregalé una Canon Powershot de 2 mpx, lo más de lo más para el año 2000, y que me hizo fliparlo con sus posiblilidades (si hubiera sabido lo que me estaba limitando, en realidad...); fue sólo la primera de muchas, la loca carrera del megapíxel. Por suerte, poco a poco esas camaritas fueron incorporando funciones manuales y el gusanillo se iba desperezando, después pasaron a llamarse "bridge"... y así hasta que a finales del verano pasado cayó una Pen, luego otra más, objetivos nativos... ¡los manuales! Y ahora borrón y cuenta nueva y a empezar con las Nex.
En fin, que he sido de los que aprendieron con lo analógico, pero tras una laaarga travesía por el desierto me he ido directo a lo digital, supongo que a muchos de los que frisamos los 40 nos ha pasado así. No he podido tener nunca una réflex propia, de lo cual no me arrepiento porque supongo que aunque les queda cuerda para rato, son un formato a extinguir. Y de momento me encuentro muy cómodo con estas cámaras pequeñas que se pueden llevar en un bolso y que combinan objetivos propios decentes con objetivos clásicos. Por mis preferencias creo que si hubiese nacido unos años antes, y hubiese tenido tiempo y dinero en mi juventud, me habría aficionado a las telemétricas "buenas". Pero uno es hijo de lo que ha vivido, tiempos convulsos que cada vez lo son más.
Dicho esto, cada vez que voy a visitar a mi padre siento impulsos de rescatar la Yashica, pues sólo hay que hacerle una pequeña ñapa para poder usar pilas modernas con ella, pero por mi bien me he controlado, ya que sólo me faltaba meterme a estas alturas con la fotografía química... joer, menudo rollaco llevo escrito.
Una conespejo y otra sinespejo...