A mi edad y con mi condición física ya no estoy para plantearme grandes retos, así que, a la espera de la jubilación de mi mujer, no me queda otra que salir en solitario varias veces al año, aprovechando las estaciones que más me gustan, fotográficamente hablando, descartando el verano porque el sol y el calor son mis enemigos mortales.
Mi última excursión, a Ordesa, resultó inesperadamente compartida con unos antiguos compañeros de club fotográfico, lo que supuso una "quedada sobrevenida", una experiencia inolvidable. Nos hicimos acompañar por un guía que nos llevó, en todo terreno, a puntos estratégicos de varios valles. Y, a pesar de ir en un grupo de 5, puedo asegurar que nadie se "pisó" una sola foto y en ningún momento nos sentimos presionados por el hecho de ir en compañía a la hora de tomarse su tiempo en las tomas. Después, en las cenas las sobremesas se hacían gratamente interminables recordando los avatares del día y lo que cada uno de nosotros había visto y logrado o había sentido.
Sin embargo he de reconocer que también disfruto de los viajes y excursiones en solitario, precisamente porque puedo perder una hora sin el menor inconveniente sino, más bien, todo lo contrario: el goce va más allá de lo fotográfico, y eso me permite buscar e, incluso, tropezarme con lugares o rincones insospechados, fuera de guías o mapas.
Me ha encantado tu trabajo, Mario. Y, obviamente, comparto tus impresiones y preferencias en cuanto a la comodidad del equipo en los viajes, una prioridad que rebasa, con mucho, cualquier consideración sobre comparativas de calidad y otras cuestiones a las que estamos tan acostumbrados a debatir en el foro y que, en esas circunstancias, pierden totalmente su importancia en favor de lo que realmente importa. Al menos, en mi opinión. En cualquier caso, me gusta considerarme un "turista accidental".