Atención, ladrillo.
rivaner escribió:
Otras Bellas Artes pasaron también por esta tentación de suprimir el oficio, el tedio del aprendizaje, la frustración de tener que dejar para muy adelante la realización de una obra. Demagógicamente fue fácil convencer a la juventud de que todo esto sobraba.
(…)
Una parte de la música acabó por estas vías tan lejos como nunca había estado de su público, pero con el jazz surgió un río colateral que acabó inundando, a través de compositores como Stravinsky o Shostakovich, toda la música que pretendía razonablemente ser escuchada. Otro tanto sucede con la pintura, donde la poderosa rama central prosigue por Hopper, Bacon, Freud, Rego, etc hasta nuestros días, dejando en su lugar puramente económico, intelectual, periodístico, a sus abstracciones, minimalismos e instalaciones.
Varios puntos, intentando ser breve. Nadie a estas alturas defiende que por ejemplo Picasso tirara por el collage y el cubismo por tedio del aprendizaje pues con 16 años ya tenía mucho oficio, ¿no será que hay algo más y que no es el tedio del aprendizaje o de la realización?
Basta leerse libritos sencillos como “realidad natural y realidad abstracta” de Mondrian o “punto y línea sobre el plano” de Kandinsky, pera entender que se trata de una aventura ese proceso de ir a la abstracción y de ahí a la desmaterialización (que acabará en el minimalismo y lo conceptual).
Tampoco es creíble que Duchamp hiciera sus “ready made” por suprimir el oficio, por pereza, pues dedicó posteriormente horas de obsesivo y minucioso trabajo a obras como “el gran vidrio” y otras.
No sé a qué música se refiere con “la falta de oficio” que se salvó gracias a jazz a través de Stravinsky y Shostakovich (éste último hacía música atonal hasta que Stalin lo pisoteó) ¿Schonberg acaso? Ni idea, pero la pregunta es ¿hacia dónde se encaminó ese jazz? Parece que Margarit ignora que el free jazz no es precisamente agradecido por el público.
Lo que en realidad no quiere ver Margarit es que
cualquier expresión artística evoluciona hacia la complejidad, y esto es así a lo largo de la historia del arte. Y complejidad conlleva alejamiento del público,
por que es el público quien sufre el tedio del aprendizaje. Esto es inevitable. Pero no pasa nada, el artista no siempre busca el aplauso del público (aunque lo agradezca).
rivaner escribió:
Por otro lado, apareció una reacción que se llamó “realismo socialista”.
Esto es muy desafortunado, porque el realismo socialista no "apareció" de la mano de los artistas y del arte, sino que fue una invención política para anular la capacidad del arte de hacer reaccionar y hacer pensar. Es
propaganda, no arte. El realismo socialista fue impuesto por Stalin en la URSS y por el partido comunista Chino, y es el único arte que hoy se puede hacer en Corea del Norte, por ejemplo. Incluso Hitler quiso hacer su propia versión calificando a todo el arte de vanguardia de “arte degenerado” (
https://es.wikipedia.org/wiki/Arte_degenerado)
Aquél “arte degenerado” que señaló el tercer reicht fue llamado así usando los mismos argumentos que hoy utiliza Avelina Lesper. En palabras de Hitler
“Las obras de arte que no pueden entenderse en sí mismas, sino que necesitan un libro de instrucciones pretencioso para justificar su existencia, nunca más encontrarán su camino hacia el pueblo alemán".Todo esto ya nos debería levantar sospechas de que el arte pueda ser otra cosa, como lo es la guitarra de woody Guthrie “esta máquina mata fascistas”
rivaner escribió:
Desapareció, o casi, el concepto de que la misión de un artista era encontrar su propia "manera”, su propia voz, y que esto, en el mejor de los casos y precisando un largo esfuerzo, no entrañaría grandes novedades en el mundo, sino una nueva huella, un nuevo matiz en lo que ya se había dicho y hecho antes, matiz que agradecerían y reconocerían sus contemporáneos.
Extraña conclusión
cuando se empieza negando que la voz propia del artista sea la que el propio artista quiere (se llame Cattelan, por ejemplo) en vez de que sea la voz que Margarit desearía (o los dictadores del realismo socialista)
¡Qué afán de querer anular a quien piensa de otra manera!
Al contrario de lo que apunta el texto de Margarit (que es restar) el arte verdadero siempre suma, y es una suerte que sea así.
Traigo una cita de aun artículo que a su vez cita a Chillida y a Savater, que viene muy a cuento de lo que es el arte y de qué manera es un camino de solo suma:“¿Cuál es la diferencia fundamental entre ciencia y arte? Copérnico demuestra que Ptolomeo estaba equivocado. Einstein hace lo propio con Galileo. Lo que yo me pregunto, desde el arte, es lo siguiente: ¿por qué Goya con su obra no demuestra ni necesita demostrar que Velázquez estaba equivocado?”, así se lo planteó Chillida. Es uno de los muchos interrogantes con que ingresó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando: su discurso se titulaba “Preguntas”, y ya tenía 70 años. Con toda su larga trayectoria, aquel experimentado escultor seguía observando la vida con la curiosidad de un niño deseoso de aprender. Conservaba dudas sobre las que seguir pensando; aguardaba pensamientos desde los que aún dudar.
Hemos arrancado 2024 con el aniversario de Chillida. Él habría cumplido 100 años y esa formulación sobre el arte y la ciencia me sigue resultando sugerente. La investigación científica asume que un incipiente paso propiciará avances sucesivos, que de forma encadenada irán resultando más perfilados. El hallazgo de un determinado momento puede ser incompleto, pero servirá para que nuevos hallazgos brinden conocimientos de mayor precisión. En consecuencia, no se trata de restar méritos a Ptolomeo, pero su Tierra inmóvil y situada en el centro del Universo era una aportación que se vio superada por la teoría heliocéntrica de Copérnico. No pasa así en el arte. Los artistas se van sucediendo, cada cual emprende su camino, cada cual afronta su búsqueda, pero el posterior no tiene por qué superar a quien le precede… simplemente llegó más tarde.
Al replantearme la reflexión de Chillida, he recordado un maravilloso ensayo que también invita a preguntar y a preguntarse. En `Las preguntas de la vida´, Savater contrasta al artista con el descubridor, el científico o el plusmarquista deportivo. No es cuestión de jerarquías; tan sólo es entender que el arte se desenvuelve con distintas coordenadas: “El artista no es el primero en descubrir o lograr algo, sino el único que podía crearlo a su insustituible modo y manera”, escribe Savater.
Por entendernos. Si Usain Bolt no hubiese batido en 2009 el récord mundial de los 100 metros lisos, antes o después alguien lo habría logrado. Y de hecho, por estratosféricos que resulten sus 9,58 segundos, llegará un momento donde esa marca vuelva a ser superada. Si Fleming no hubiera descubierto la penicilina, más pronto o más tarde alguien habría dado con las propiedades curativas del hongo. Sin embargo, como se apuntaba, el arte nos sitúa ante otro escenario.
Catalogamos a los artistas como “creadores”, no porque estén creando de la nada (todo artista se apoya en sus antecesores y contemporáneos, aunque sea para rechazarlos). Son “creadores” porque sin ellos su obra no habría existido jamás: “Podemos imaginar el teléfono sin Graham Bell o la teoría de la relatividad sin Einstein, pero no `Las Meninas´ sin Velázquez”, añade Savater. Cierto. Sin Puccini no habría `Nessum dorma´: seguiría existiendo la música, por supuesto, pero no esa aria. Sin Billy Wilder no habría `El apartamento´: seguiría existiendo el cine, claro, y habría extraordinarias películas, como sin duda las hay, pero no ésa, y no de esa única manera que hoy conocemos.
https://www.elespanol.com/castilla-y-le ... 13_13.html