Mastropiero escribió:Con lo que sólo estoy parcialmente de acuerdo es con lo de que el gusto se educa. Por supuesto, sólo puedo hablar desde mi perspectiva y vivencias.
En mi primer período en una orquesta sinfónica, muy pipiolo por aquel entonces, me encontré por primera vez con muchos compositores. Richard Strauss, fue amor a primera vista. Gustav Mahler, toqué su Cuarta Sinfonía y no me dijo absolutamente nada, llegando yo a decir algunas tonterías muy propias de una juventud aún por educar. Diecisiete años después tocaría Mahler todas las semanas así que desde cierto punto de vista tienes razón, el gusto se va educando, pero esa educación no tiene por qué ser determinante. Un gran montón de las cosas que consideraba bazofia, o malas, o aburridas, o no me emocionaban demasiado en aquel entonces me siguen produciendo las mismas reacciones hoy día.
Argumentaré más en relación a la educación del gusto:
En primer lugar mi experiencia personal. A mí, músicas como la clásica, el jazz o el flamenco, no me entraban de primeras. Como sabía que esas músicas eran sublimes, por referencia de las personas que consideras tus maestros, me esforcé en entenderlas, me forcé a escucharlas, a leer sobre ellas, en definitiva a acostumbrar o educar el oído a esos sonidos. Hoy son mis preferidas.
Siguen en el primer estadio, el de que no me entran, la ópera y la llamada clásica contemporánea. Yo considero esto como una deficiencia, una carencia mía porque no he educado convenientemente mi oído a ellas.
En segundo lugar, tú, debido a tu formación musical, seguro que eres capaz de apreciar aspectos en una obra que a los profanos en esos conocimientos nos pasan inadvertidos. Esos aspectos también determinan tu gusto.
No obstante lo dicho, hay también en el individuo cierta capacidad innata, cierto instinto para determinadas cuestiones, no sólo artísticas (cocina, mecánica, negocios…), que se tiene o no se tiene.