José Varela escribió:Lo que está mal visto es querer vivir a costa de los demás. Porque esa renta mínima, ése "nada más" al que aludes, como si fuera poco, no cae del cielo, sale de los impuestos de los que trabajan.
Como han dicho antes, si no quieres dar, al menos no pidas.
Y no sé tú, pero yo conozco a unos cuantos cobrapaguitas profesionales, y ninguno ha salido ni escritor, ni cantante, ni siquiera filósofo.
Para saberlo habría que mirarlo al revés, igual tendrías que conocer el pasado de quienes hoy tienen una calle con su nombre en su pueblo por algún mérito artístico, y verías que más de uno y de dos habrán tenido que pasar hambre para poder llevar adelante sus aspiraciones (que se habría evitado con algo como la renta universal). Aspiraciones que habrán tenido sus frutos (en algún caso, aún en pocos) y de los que un conjunto de la sociedad se habrá beneficiado, incluso económicamente (o sea, que la sociedad también puede dar antes para recibir después):
https://elpais.com/economia/2016/02/12/actualidad/1455284603_338697.htmlGuillermo Luijk escribió:Incentivar a alguien para que cree (arte, cultura, educación, tecnología,...) viene de muy atrás, se llama mecenazgo. Pero se hace de forma dirigida, a quienes muestran potencial para aportar a la sociedad tanto en actitud como en aptitudes. Dar de comer gratis a 99 vagos para ver si el que hace 100 te sale Pink Floyd no me parece justo ni eficiente, espero que estés de acuerdo.
Salu2!
Lo de subvencionar el arte dio resultado en el Renacimiento y poco más. En realidad, son pocos los casos exitosos de mecenazgo que han surtido verdadero fruto en el último siglo, y en todo caso de forma altruista, no a través de subvenciones que es lo que hay hoy en día (como mal menor). El arte subvencionado es un arte viciado y peor. Siempre es más audaz el arte libre.
Esos 99 vagos que pones de ejemplo, no trabajarían nunca, haya renta universal o no. La diferencia es que sin renta universal la mayoría de ellos (vagos) preferirán delinquir. Y sale más caro perseguir esa delincuencia, y costearla (cárceles, etc.), que el coste de esas rentas.
Pero en cualquier caso, que exista ese fracaso social (el del vago y defraudador, que no es el del artista que quiere dedicarse a lo suyo) es un fracaso de la educación, del modelo social y del ejemplo de quienes nos gobiernan, diría que casi desde siempre, pero como mínimo desde Fernando VII hasta ahora todo seguido del tirón.
Por otro lado, el término “eficiencia” sirve para la economía y para la física, pero no para los bienes culturales, menos aún para el valor de lo humano (el saber humanístico, tan denostado por las fuerzas que nos dirigen) ni para el sentido de nuestras vidas:
Al final de tus días ¿pensarás en el valor de tu vida en términos de eficiencia como si fueras un motor, una máquina o una empresa?
¿La vida que compartes con tus hijos (es una pregunta retórica, no sé si tienes hijos y no es el tema) la gestionas pensando en términos eficiencia como si fueran empleados que te deban rendir cuentas en algún momento?
¿Compiten por su plato de comida -y el más eficiente come más- o les das las mismas oportunidades en la mesa aún sabiendo que uno es más eficiente masticando que el otro?
¿Por qué diablos pensamos que la competitividad y la eficiencia son buenas para la sociedad y sin embargo
dentro de nuestra familia sabemos -quizá intuitivamente- que eso introduce también el fracaso y por lo tanto hacemos bien en no utilizarlas?